En
el umbral de la agonía, el atleta sufre, el maratoniano reta. Ayad Lamdassem no
pudo superar el muro del maratón en su debut en la distancia. En el Lake Biwa
(Japón), el fondista vio una cara del atletismo que hasta entonces desconocía.
Su
entrenador Antonio Cánovas recuerda el pasado 4 de marzo como un auténtico
calvario. “Ayad cogió una hipotermia de pelotas. Después de 30 años de maratón,
nos encontramos con un
día de cinco grados y lluvia”, alega. “Con 52 kilos y una
semana de adaptación no pudo con ese frío y una humedad del 85%”. Algunos
africanos tampoco. “Salvo el que ganó, que vive allí, la mayoría de keniatas y
etíopes se retiraron”.
Cánovas
se lamenta porque Lamdassem estaba entrenando bien, pero en otras condiciones
climatológicas: “El chico iba para hacer una gran marca, en los entrenos hacía
muchos kilómetros a 3:10 sin quitarse tan siquiera el chándal”. El atleta entró
en meta, “por ser la primera quiso terminar”, tiritando, con escalofríos, en un
estado físico límite. Su