Abebe Bikila |
marcas, los expertos en atletismo siempre han considerado a Bikila como el más grande maratonista de la historia.
De sus orígenes,
existen muy pocos datos. Se cree que nació el 17 de agosto de 1932 en Mout, en
el interior de su país. Y llegó a los 20 años a la capital, Addis Abeba, donde
ingresó a un sitio codiciado: la guardia imperial de Haile Selassie (El Negus).
Etiopía era un país de tremendo constraste entre la opulencia del llamado
"Rey de Reyes" -a quien nadie podía mirar a los ojos- y la miseria de
sus millones de habitantes.
Se cuenta
que Abebe Bikila debutó como atleta en una competencia de cross
country, a los 21 años, y comenzó a ser preparado por un instructor sueco,
llamado Onni Ninkanen, quien enseguida advirtió sus posibilidades atléticas.
Algo de esto podía vislumbrarse cuando Bikila debutó como maratonista en Addis
Abeba con 2 horas, 21 minutos y 23 segundos, una marca realmente valiosa para
ese momento (1960) y en las condiciones -altitud y humedad- en la capital
etíope.
No obstante, nadie
lo tenía en cuenta en Roma, donde el favorito era el ruso Sergei Popov (y en la
lista de candidatos también aparecía nuestro Osvaldo Suárez). El único detalle
por el que algunos repararon en Abebe Bikila... era que corría descalzo.
El maratón cerraba
el programa atlético de los Juegos Olímpicos de Roma, se largó al caer la tarde
en la Piazza di Campidoglio, esa maravilla creada por Miguel Angel, en una de
las siete colinas de la Ciudad Eterna. Y también fue maravilloso el recorrido:
parafraseando a Napoleón, podría afirmarse que "desde estas siete colinas,
tres milenios os contemplan". Los atletas recorrían todos los sitios
históricos de Roma, cuando caía la noche y las antorchas iluminaban su paso.
Aunque Popov
intentó marcar el ritmo del maratón, este fue fijado por un marroquí, Abdesalam
Ben Rhadi. Pero Bikila nunca les perdió pisada.
Faltando un
kilómetro y medio, el etíope se despegó del marroquí y se proyectó hacia la
victoria. Algunos le dieron un contenido simbólico a ese momento: habían pasado
junto al Obelisco de Axum, que las tropas de Mussolini se habían traído
de la invasión a Etiopía en 1935... También podría interpretarse como simbólico
el momento final, cuando Bikila cruzó la meta bajo el Arco de Constantino.
Había fijado el récord del mundo en 2 horas, 15 minutos y 17 segundos.
Se convirtió en una
celebridad en su país, fue ascendido en el Ejército (llegaría más adelante
hasta Coronel) y poco se supo de él en los años siguientes. Pero lo cierto es
que bajo la guía del instructor sueco, comenzó a preparar los Juegos de Tokio.
Sólo apareció, en el intervalo, con un quinto lugar en el maratón de Boston.
Ya para los Juegos
de Tokio, lucía unas zapatillas, con las que volvió a pulverizar el récord
(2h12m12s), terminando por delante del británico Basil Hatley (2h16m20s) y del
local Kokkichi Tsuburaya (2h16m23s). Este sintió una profunda depresión por su
tercer puesto: sintió que no había cumplido "con su propio
Emperador". Y años más tarde, se hizo el harakiri...
Para los Juegos de
México, en 1968, un Bikila ya veterano no pudo mantener aquel nivel. Pero era,
hasta allí, el único hombre en la historia que ganó dos maratones olímpicas
consecutivas, una hazaña que repitió mucho después el germano oriental Waldemar
Cierpinski. Bikila abandonó a los 17 km. en la altitud mexicana... pero fue su
compatriota Mamo Wolde quien se llevó la medalla de oro. Y así comenzó una
dinastía de excepcionales corredores, que se ha prolongado hasta nuestros días
con nombres famosos: Haile Gebrselassie, Kenenese Bikila, Mirus Yifter... y
muchos más.
El 25 de marzo de
1969, cuando Bikila retornaba a su casa en el auto que le habían entregado como
premio a sus victorias, en una noche de niebla, cayó por un barranco. Recién
fue rescatado después de varias horas. Quedó inválido, en una silla de ruedas,
a pesar de los tratamientos ofrecidos en los mayores centros médicos de Gran Bretaña.
Y en una silla de ruedas, ingresó al Estadio Olímpico de Munich, en 1972, donde
le tributaron una conmovedora ovación, un merecido homenaje. Murió un año
después, por un derrame cerebral.
También su país
cambiaría, con el derrocamiento del Emperador, con otra dictadura que le
sucedería... Pero con la calidad de los fondistas intacta, esa que tuvo al gran
Abebe Bikila como precursor.
Fuente: Larazon.ar
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